La intersección de dos avenidas en Rock Springs, Wyoming, se convirtió en un homenaje desgarrador durante septiembre de este año. Carteles y mensajes dedicados a aquellos que tomaron la difícil decisión de quitarse la vida comenzaron a aparecer, impulsados por el alcalde Max Mickelson como parte del Mes de la Prevención del Suicidio. Entre los mensajes, se podía leer “Extrañando por siempre a nuestro niño dulce de ojos azules” y “Papá, extrañarte es una tristeza que nunca se va”. Estos homenajes, junto a una valla publicitaria de electrodomésticos, son un recordatorio de la profunda herida que deja el suicidio en esta comunidad. Para Mickelson, el suicidio es una tragedia que impacta a cada habitante de Wyoming en algún punto de sus vidas. Los datos del condado de Sweetwater, donde se encuentra Rock Springs, reflejan esta dura realidad. Desde 2019, esta zona ha duplicado la tasa nacional de suicidios, colocando a la región en el foco de una crisis de salud mental que afecta de manera alarmante al Oeste de Estados Unidos. Esta vasta área, conocida entre los expertos como el “Cinturón del Suicidio”, abarca los estados de Arizona, Colorado, Idaho, Montana, Nevada, Nuevo México, Utah y Wyoming. Con una población distribuida en extensos y remotos paisajes, estos estados exhiben algunas de las tasas de suicidio más altas de Estados Unidos, e incluso del mundo. Si Wyoming, Montana y Nuevo México fueran países, ocuparían los primeros lugares en las tasas de suicidio entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) según un análisis de 2020. En Rock Springs, hablar de suicidio no es un tabú, sino una necesidad, dada la frecuencia con la que ocurre. April Thompson, una madre que perdió a su hijo Joshua hace más de una década, compartió su historia recientemente en un evento comunitario, donde describió los años de sufrimiento que llevaron a su hijo, un exsoldado de Irak de 23 años, a tomar esa fatal decisión. “Era el alma de la fiesta, amable y generoso”, recuerda April con nostalgia y dolor. Años después, el suicidio volvió a golpear a su familia cuando su sobrino de 16 años también tomó la misma decisión. Entender las causas de esta crisis es complejo. Carolyn Pepper, profesora en la Universidad de Wyoming, ha investigado el fenómeno y atribuye parte del problema a una “cultura del honor” en la región, donde se valora profundamente la independencia y la autoconfianza. Este contexto cultural puede dificultar que las personas, especialmente los hombres, busquen ayuda ante problemas emocionales. Las estadísticas apoyan esta hipótesis: en Estados Unidos, por cada mujer que se suicida, entre tres y cuatro hombres toman esta trágica decisión. La especialista en salud mental Amanda Wilson, de Southwest Counseling en Rock Springs, observa cómo esta mentalidad afecta a sus pacientes, quienes con frecuencia ven la solicitud de ayuda como una señal de debilidad. En Wyoming, conocido como el “estado cowboy”, la figura del vaquero representa valores de fortaleza e independencia, un legado que contribuye a una resistencia cultural a pedir ayuda, intensificando el aislamiento emocional. La accesibilidad limitada a los servicios de salud mental en las áreas rurales agrava aún más la situación. Jason Lux, otro especialista en prevención del suicidio, explica que en algunos lugares la espera para una cita puede extenderse hasta dos meses, lo cual es fatalmente largo para alguien en crisis. Kent Corso, fundador de la organización PROSPER, añade que el suicidio debe abordarse como un problema social, más allá de una mera cuestión de salud mental. La pobreza, el aislamiento y la falta de vivienda también inciden en esta crisis, dificultando la vida diaria en los estados montañosos. Las armas de fuego, omnipresentes en esta región, juegan un papel importante en las tasas de suicidio. De acuerdo con datos nacionales, seis de cada diez hombres que se suicidan en Estados Unidos utilizan un arma de fuego, mientras que solo tres de cada diez mujeres eligen este método. Esta disparidad es especialmente evidente en Wyoming, Arizona, Idaho y Montana, estados con legislaciones laxas en torno a la posesión de armas. PROSPER, junto con las autoridades de Wyoming, han lanzado campañas para promover el almacenamiento seguro de armas de fuego, incentivando a los propietarios a utilizar candados en sus armas si están lidiando con problemas emocionales. Sin embargo, plantear una regulación más estricta sobre el control de armas es una conversación impensable para muchos en la región, y los activistas deben ser cautelosos al abordar el tema para no alienar a la población. La vida en el Oeste Montañoso no solo es difícil por las limitaciones culturales y los problemas de acceso a servicios; el entorno también contribuye. Con extensas áreas áridas y climas extremos, las comunidades suelen ser pequeñas y aisladas, lo que incrementa el sentido de soledad y la dificultad para conectarse con otros. En invierno, la nieve y las temperaturas bajo cero hacen que muchas personas queden confinadas en sus hogares por largos períodos, contribuyendo al riesgo de depresión estacional. Si bien el Cinturón del Suicidio es una manifestación extrema de la crisis de salud mental en EE.UU., esta problemática es nacional. En los últimos 20 años, las tasas de suicidio han aumentado un 30% en todo el país. La crisis se ha agudizado debido a un sistema de salud inaccesible para la mayoría y un declive en las oportunidades económicas. El Cirujano General de EE.UU., Vivek Murthy, ha advertido que esta es “la crisis que define nuestro tiempo”. Sigue a Heraldo USA en Google News, dale CLIC AQUÍ.