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Jacinto, el fantasma de Lecumberri, que espera a que su esposa deje de serle infiel

Esta es una historia de terror, muy triste. Quédate a leerla

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El Palacio Negro de Lecumberri albergó a miles de presos en sus siete décadas de existencia, hubo historias de todo y sin duda unas más crueles que otras, pero en esta ocasión te contaremos la de Jacinto, un preso que cada tercer viernes sale a esperar que su esposa infiel vaya a visitarlo a la cárcel.

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En una noche como en cualquier otra y “Juan” estaba terminando de limpiar las oficinas de recepción. Hay que recordar que después de 1975, Lecumberri se convirtió en el Archivo General de la Nación.

Se había tardado un poco más de lo habitual. Cuando terminó se disponía a guardar sus utensilios de limpieza en una pequeña bodega al final de un largo pasillo y lleno de eco.

Al caminar por el corredor escuchó un largo suspiro y éste lo asustó un poco porque ya había oído rumores de que ahí espantaban.

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En una banca afuera de la recepción se encontró con un hombre sentado en una silla. Juan sintió el corazón y con curiosidad se acercó al misterioso personaje y preguntó:

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– ¿Quién es usted?, ¿cómo entró aquí?

El hombre suspiró de nuevo con profunda melancolía. Miró a Juan con indiferencia, agachó la mirada y volvió a suspirar.

– Otra vez no vino, ¿verdad?

– ¿No vino quién?, preguntó Juan

– Amelia. No vino. ¿Usted no la vio?

– ¿Quién es Amelia?, ¿trabaja aquí?

– Amelia es mi esposa.

Juan más entusiasmado con la conversación que temeroso, comenzó a darle importancia a la vestimenta del personaje, se dio cuenta que llevaba un uniforme gris, desgastado y sucio. Parecía el uniforme de reo de los años cuarenta. No se veía como un fantasma, más bien como una persona enferma y profundamente triste.

– ¿Por qué está usted aquí a estas horas?

Juan volteó para dejar su cubeta en el piso y mientras formulaba una pregunta más, aquel hombre ya no estaba. Cuando cayó en la cuenta de que hablaba con una persona no existente casi se desmaya.

Todos los viernes terceros de cada mes, el fantasma se aparecía haciendo las mismas preguntas. Juan no pudo con la curiosidad y decidió investigar sobre aquella torturada persona.

Indago en los archivos que existían sobre los prisioneros y descubrió que el nombre del fantasma era Jacinto y lo apodaban el “Venado” porque su esposa lo había traicionado con su compadre.

La esposa testificó en contra de Jacinto alegando que hizo un macabro plan. El “Venado” no quería que culparan a su esposa, por lo que aceptó los cargos con la falsa promesa de amor eterno de Amelia.

Jacinto se sumergió en una profunda tristeza, la esperó cada viernes de visita, pero jamás la volvió a ver. El prisionero no estuvo mucho tiempo en Lecumberri pues a los dos meses y medio se quitó la vida colgándose del segundo piso del pabellón cuatro, justo el pasillo que colindaba con el pasillo en donde Juan tenía que guardar sus cosas de limpieza.

Con información de Leyendas Legendarias y Wiki Terror y Horror

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