Una buena comida, suele ir seguida de un sabroso postre. Sucede que muchas veces terminamos completamente llenos y quedamos satisfechos con una mariscada, una barbacoa o un plato enorme de pasta. No obstante, de repente traen el carrito de postres y milagrosamente se abre un compartimento en tu estómago y es que al postre nunca se le dice que no. Por más satisfechos que estemos después de comer, siempre tenemos un espacio para algo dulce. ¿Por qué somos capaces de hacer esto? Según el profesor Russell Keast, director del Centro de Ciencia Sensorial Avanzada de la Universidad de Deakin, a esto se le llama "saciedad sensorial específica" y es la razón por la que siempre tenemos espacio para los dulces, sin importar que tan llenos nos sintamos después de la cena. Este fenómeno significa que el cuerpo tiene límites diferentes para alimentos distintos como una manera de ayudar a garantizar una ingesta equilibrada de nutrientes. Shutterstock Es decir, a grandes rasgos, este fenómeno gira en torno a que, más allá de sentirnos realmente satisfechos, nuestros sentidos se aburren del mismo sabor, lo que dispara la respuesta de saciedad y eso nos ayuda a dejar de comer. Barbara Rolls, profesora y directora del Laboratorio para el Estudio de la Conducta de Ingesta Humana de la Universidad Estatal de Pensilvania, ha estudiado la saciedad sensorial específica desde principios de la década de 1980. "Es la razón por la que la mayoría de nosotros logramos tener una dieta equilibrada, aunque no tengamos conocimientos nutricionales", afirmó Rolls. "La variedad es nuestra amiga en términos de equilibrio nutricional". No obstante, de acuerdo a un estudio reciente, la saciedad sensorial específica no se aplica únicamente a los sabores dulces y a los postres. En realidad, podemos aburrirnos de cualquier sabor o textura de los alimentos; incluso, podemos aburrirnos de sus colores. Shutterstock Experimento A lo largo de los años, Rolls le ha pedido a muchísimos adultos y niños que se llenen de alimentos salados, como pollo o salchichas. Cuando se les ofrecía una segunda ración, los participantes del estudio solían estar demasiado satisfechos como para comer mucho más, pero cuando se les ofrecían galletas, plátanos o pasas, siempre tenían espacio para otro bocado. "Es un cambio en la respuesta hedónica a los alimentos que acabas de comer", señaló Rolls, refiriéndose al placer que obtenemos al comer. "Si comiste muchos alimentos salados, los dulces pueden resultar más agradables". Pero no te preocupes. Aunque la saciedad sensorial específica te permite seguir comiendo otros alimentos, al final tu cuerpo te pedirá que dejes de comer. Después de ingerir unas 1500 calorías de una sentada, el intestino libera una hormona que provoca náuseas.